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EDUCACIÓN SOCIAL,la etnia gitana

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Educadores de menores conflictivos denuncian la creación de colegios marginales en Alicante


La aparición de colegios gueto, centros que aglutinan una población escolar mayoritariamente de etnia gitana e inmigrantes, en la ciudad de Alicante ha suscitado una controversia entre la Consejería de Educación y educadores de la residencia de recepción de menores de L’Alacantí. Este colectivo se opone a la línea pedagógica de Educación de ’segregar’ y escolarizar en dichos centros a los menores que proceden de ambientes marginales porque, según denuncia, les ’imposibilita’ integrarse socialmente. Educación sostiene, sin embargo, que es la mejor opción.
El procedimiento dispuesto por la Generalitat para rescatar desde la educación a los menores procedentes de ambientes marginales ha constatado las enormes diferencias entre los sectores implicados en su atención. Educación y profesionales de la residencia comarcal de menores de L’Alacantí discrepan en torno al sistema pedagógico idóneo para socializar a estos pequeños.

Un caso paradigmático es el colegio público Gastón Castelló, uno de los cuatro centros que dispone Educación en Alicante para atender a niños que arrastran déficits sociales, problemas conductuales y un importante retraso escolar a causa del ambiente de exclusión del que proceden. Juan Espinar, director territorial de Educación en Alicante, opina que ’para conseguir la integración de este alumnado es preciso que pasen por este tipo de colegios’, para después ’dar el salto a colegios normalizados’.

Esta postura está a años luz de la tesis que postulan educadores de la residencia de L’Alacantí y algunos docentes. Este colectivo, a través de su portavoz, José Santamaría, recalca que con el procedimiento pedagógico actual se consigue ’ahondar aún más’ en la marginación que sufren los menores. ’Son guetos’, define contundente Santamaría, ’donde los niños no consiguen un mínimo de aprendizaje dado que las pautas que observan en estos centros son las mismas que las que viven en su núcleo familiar’.

El colegio Gastón Castelló cuenta con una población escolar de 80 niños, mayoritariamente pequeños de etnia gitana e inmigrantes. ’Se trata de niños con pocos hábitos y con graves problemas sociales’, describe Carmen Reig, profesora del centro. ’Aprenden muy despacio, porque les importa bien poco’, añade. Apenas hay menores procedentes de familias no conflictivas. Los profesores reconocen que las familias no matricularían a sus hijos en un centro como éste. Manuel Porras, otro docente, opina que la ’mejor solución’ para estos niños es la integración en colegios normalizados. ’Pero con los medios actuales, es imposible’, dado que su escolarización en esos centros entorpecería el ritmo de aprendizaje del resto, añaden. Los educadores de la residencia de menores, -quienes interpusieron la semana pasada una denuncia contra Educación por impedir la matriculación de tres pequeños de etnia gitana en dos centros normalizados-, apuntan que la LOGSE obliga a atender al alumnado con necesidades especiales en colegios convencionales. La ley, continúan, ’consagra los principios de normalización e integración’.

Una antigua profesora del centro Gastón Castelló, que prefiere mantener el anonimato, explica que decidió abandonar este colegio por ’no estar de acuerdo’ con la línea de segregar a estos pequeños. ’Vamos a una sociedad multirracial. Las aulas son el reflejo de la sociedad’, dice. ’Cómo vamos a afrontar la presencia de inmigrantes con colegios exclusivos para ellos’, ironiza. La docente dice que la concentración de niños desfavorecidos en estos colegios impide su ’socialización ya que no conocen otro patrón de conducta, salvo el de su ambiente marginal’, concluye.

Pueblo gitano

Pueblo gitano

La etnia gitana en Sax, vive en los alrededores de su Castillo por lo que voy a centrar el tema en estas dos cosas.

Sobre los gitanos y, en concreto, las mujeres de etnia gitana, existen cientos de mitos y prejuicios. Al pensar en ellas como colectivo, muchos las imaginan sin ir a la escuela, casadas a temprana edad, rodeadas de hijos y sin trabajar fuera de casa. Sin embargo, las cosas hace tiempo que empezaron a cambiar, aunque la sociedad no siempre se dé cuenta.
Un vivo ejemplo de ello son las vidas de Carmen Santiago, Soraya Giménez, Amara Montoya y Alexandrina da Fonseca, cuatro mujeres orgullosas de pertenecer a la etnia gitana y de ser, además, independientes. Ellas son un ejemplo para muchas otras compañeras y amigas y han sido el estandarte del primer Congreso Nacional de Mujeres Gitanas, celebrado esta semana en Alicante.
Cuando Carmen empezó la carrera de Derecho, a mediados de los años 80, no había ninguna compañera de su etnia ni en su facultad, en Salamanca, ni en ninguna otra de España. De hecho, recuerda orgullosa, «fui la primera gitana licenciada en Derecho».
Los responsables de ello fueron sus padres, que ya en aquellos años «entendían que yo y mis tres hermanos debíamos estudiar para evolucionar y labrarnos un futuro», dice. Por eso, siente sinceramente que a ellos les debe todo y confía en que su familia sea el ejemplo para otras muchas.
«Algunos gitanos no ven bien la revolución que hemos iniciado las mujeres, les cuesta aceptar el cambio porque creen que por estudiar y ser independientes vamos a dejar de ser gitanas, pero se equivocan», indica. Ella está casada con un payo, y reconoce que hubiera sido difícil encontrar a un gitano aceptase su independencia.
Soraya tampoco lo ha encontrado. De momento, está soltera, y vive sola en un piso de Madrid, adonde se trasladó hace dos años desde Zaragoza tras realizar un curso de Liderazgo en política. «Rompí muchos esquemas y, en estos momentos, probablemente soy de las únicas gitanas que viven solas en otra ciudad», señala. El apoyo de su familia fue, como para las demás, fundamental.
Ahora estudia Administración y Dirección de Empresas, trabaja para el Instituto de Cultura Gitana y es miembro del PSOE. Respecto a la evolución de las gitanas en los últimos años, resume: «Nosotras hemos dado siete pasos y los gitanos dos, por lo que a veces cuando miramos a nuestro alrededor, no los vemos a nuestro lado, pero tendrán que adaptarse, porque no hay marcha atrás».
Los padres de Amara trabajaban en la venta ambulante de antigüedades. Tuvieron seis hijas, «una familia de hembras», dice, y, señala, «tenían claro que querían que tuviésemos una vida más fácil que la suya, nos invitaron a ser independientes y a estudiar»
Ella interiorizó esta filosofía y luchó por labrarse un futuro como educadora social, que ahora le permite trabajar para el Instituto de Cultura Gitana. Su marido también es gitano, como ella, y nunca le ha puesto impedimentos: «Nos admiramos mutuamente y nos respetamos, nos alegramos de los logros individuales del otro», apunta. Sus cuatro hijos, tres varones y una mujer, «colaboran en casa por igual, y les hemos inculcado la importancia del estudio y de la libertad para que se dediquen a lo que más les atraiga». Por su parte, Alexandrina también mamó la lucha por la libertad y los derechos de los gitanos desde la cuna. «Mis padres asesoraban a otros gitanos, les ayudaban a arreglar sus papeles», indica.
Ella entró en el mundo asociativo alicantino hace más de 20 años, y ha dedicado su vida a dar ejemplo y a apoyar a otras mujeres de su etnia para que luchen por sus derechos, desde la Federación de Asociaciones Gitanas de la Comunidad Valenciana y desde múltiples asociaciones.
«Desde que empecé en esto, hace 20 años, han cambiado muchas cosas para las mujeres gitanas, afortunadamente, pero han de cambiar muchas más», dice.
Cada acto que organizan las asociaciones, como el congreso celebrado esta semana en Alicante, asegura, «atrae a cientos de mujeres, que tienen la voluntad férrea de avanzar». «Los hombres van acostumbrándose y tendrán que hacerlo porque a nosotras ya no se nos puede parar», sentencia.

 

 

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